14.11.07

Nazarín. 1958.

Luis Buñuel





Decía ser ateo pero estaba fascinado con los temas teológicos incluyendo los directamente relacionados con el clero. Contrario a la óptica usual con la que reflejaba a los desposeídos o a los discapacitados, las personas religiosas generalmente tuvieron rasgos positivos. “Nazarín” es el retrato de un ser terrenal demasiado cercano a la santidad. “Es la versión de Buñuel de la vida de Jesús” decía un amigo exageradamente.

Es una película de escaso dinamismo y con una trama convencional; se aísla del surrealismo a gran escala, aunque deja ver ciertos dejos del mismo. La razón es que está basada en la novela realista homónima escrita por Benito Pérez Galdós en 1895. Buñuel respeta el profundo espíritu cristiano del protagonista y proyecta un ser humano gentil, amable, caritativo y demasiado complaciente.


El padre Nazario cobija en su morada a prostitutas y parias y por ello es obligado a marcharse, a deambular por las más variadas regiones. La constante es la predicación a través de la palabra y de la acción de los preceptos cristianos. En su éxodo se ve acompañado por dos mujeres que son seducidas por su tranquilidad y conocimiento, buscan la paz espiritual después de vivir con poco recato.

Esta contradicción de principios, un anacoreta con dos discípulas de reputación cuestionable, causa malestar general y es condenado a presidio. Nazarín es puesto en cautiverio con gente de la peor calaña que lo maltrata y lo vitupera pero no él no cesa en su serenidad.


A pesar de ser esta una cinta sui generis en la filmografía del director aragonés, debido a lo convencional de la trama y a la manera de abordarla, son visibles detalles que evidencian su origen. Cinco son las míticas imágenes que provee y que pasarán a la posteridad por ser harto obscuras y debatibles: el beso que se convierte en mordisco, la pose estilo "Linda Blair" -en el exorcista- de la ramera, la niña sola envuelta en la sábana blanca en medio de la nada, la piña entregada al cura por la vendedora y el cristo que ríe. El resultado global es paradójico porque si bien el padre Nazario representa el ideal cristiano, este último y controversial cuadro refleja perfectamente la irreverencia y burla que siempre estuvieron presentes en las concepciones religiosas del director de Calanda.

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