11.12.07

Seven. (Se7en. Siete pecados capitales). 1996




David Fincher

¿Existe algo más cruento, repulsivo pero a la vez tan fascinante como la mente de un asesino serial? Todos hemos sentido atracción por saber qué pasa por la cabeza de un homicida que es metódico, frío y que tiene, además, un patrón y objetivos bien definidos. En general, nos interesa saber qué lo motiva, si tiene traumas y en el fondo “nos regodeamos en su crapulencia" como si fuera una especie de celebridad (véase, por ejemplo, “Natural Born Killers”, -Asesinos por naturaleza-, de Stone).

Una película por de más interesante que trata estos torcidos temas es precisamente la citada en la parte superior. El director también lo ha sido de la desconcertante “Fight Club” (El club de la pelea) y algunas otras de mediana o baja categoría como “La habitación del pánico” y “Zodiac”.

La imaginación derivada de la represión católica no conoce límites y paradójicamente ha sido la fuente de infinitos beneficios para las bellas artes: cada una de sus disciplinas encontró en los temas divinos la recurrencia y la perfección absoluta. Kevin Spacey representa a un sujeto que percibe en las letras medievales el refugio contra la descomposición humana y desde su perspectiva es el faro que ilumina el camino a seguir. Piensa que la sociedad es un tejido gangrenado cuya absoluta irresponsabilidad nos orilla hacia la perdición, hacia Sodoma y Gomorra en términos bíblicos.

El planteamiento es sólido y bastante congruente porque el asesino comete sus atrocidades en pro del bienestar común: atacando el pecado encarnado purificará a la raza humana y el patrón de aniquilamiento no podía ser más simbólico: siete asesinatos, uno por cada pecado capital. De las clases de religión uno puede sacar cuentas e imaginar las sádicas muertes de cada uno de los réprobos. El director no escatima en la violencia y lo que uno puede ver en pantalla es a veces bastante crudo, aunque lo pudo ser mucho más.

Dos agentes son asignados al improbable caso. Uno es joven, temperamental e iracundo; el otro, a punto de retirarse, es más bien centrado, paciente y acostumbra realizar pesquisas detectivescas propiamente dichas; dos extremos persiguiendo el mismo fin. La metodología y las reacciones ante los embates del medio hostil son totalmente dispares y ello es parte sustantiva del guión, hacen que el observador simpatice en mayor o menor medida con uno u otro carácter. Mills y Somerset, caras de la misma moneda; herramientas que el Estado utiliza para evitar que su propia pus le ahogue.

La ambientación es extraordinaria y probablemente sea uno de los puntos más destacados; esta aseveración es aventurada porque, en general, todos los componentes de la cinta están admirablemente unificados y ninguno destaca con claridad. Me parece que la atmósfera es la esencia de la película: fría, lluviosa, obscura y deprimente. La fotografía refleja algunas tonalidades sepias y complementa muy bien la trama central.

El comportamiento humano es un universo y las todas las posibilidades caben en él. El medio y los genes pueden convertir, irremediablemente, a un personaje común y corriente en el más terrible de los azotes. La película permite la reflexión sobre la maldad: ¿es inherente al ser humano?

2 comentarios:

Anita dijo...

Es de las películas más buenas que he podido ver... de las que te hacen no moverte de la silla y quedarte con la mano llena de palomitas sin llevártela a la boca esperando la emoción.. muy muy buena, y el final el mejor, de los que no se ven venir... que en la mayoría de las películas nada más empezar ya se desvela todo...

aRkHAm AsyLUm dijo...

Efectivamente, el final es memorable y hasta podría decir que es uno de los más inesperados en la historia del cine; la verdad es que uno no puede creerlo hasta haberlo digerirlo un poco despues.
Recuerdo que primero leí la novela, adaptada de la cinta, y resulta ser más cruda, aunque el descenlace no cambia.