19.3.08

Dogme #1, Festen. (Dogma #1, La celebración). 1998.


Thomas Vinterberg



Vinterberg, y algunos otros cineastas daneses concibieron una nueva manera de hacer cine en la ya lejana mitad de la década de los noventa. Radicó en exhibir una especie de contracorriente cinematográfica que no es sino una franca oposición a lo universalmente establecido, a las formas y a los fondos de una industria anquilosada, pesada y con poca capacidad de inventiva o innovación.

Su compromiso con esta nueva vertiente fue oficializado y su antagonismo al mainstream declarado. Publicaron un manifiesto donde exponen las características de la escuela a la que él y Von Trier (Et.al) dieron génesis: películas sin género, iluminación, postproducción, efectos, acciones superficiales, escenografía, o música. La finalidad es prestar atención total al drama que desarrolla la temática.

El movimiento en las imágenes es la consecuencia de la técnica utilizada: cámara en mano y grabada en cinta de 35 milímetros. Como el lector podrá prever, las tomas son sórdidas y complementan perfectamente, en el caso concreto de “La Celebración”, el retorcido argumento central. La fotografía se revela caótica y contrasta con la manera en la que podría ser narrada la historia. El resultado neto es dinámico y poseedor de un sello claramente experimental.

El argumento versa sobre una familia que posee extensas propiedades y que se reúne para celebrar el sexagésimo aniversario del patriarca. En dicha tertulia se ventilan aspectos abominables y terribles que el padre cometió contra dos de sus hijos (mediando el consentimiento y complicidad de la madre), pero por inaudito que parezca ninguno de los concurrentes parece inmutarse y significa la indiferencia e impotencia llevada al absurdo.

Cada uno de los personajes tiene un perfil psicológico desviado y su comportamiento raya en la demencia. A pesar de ser ésta una cinta con tintes realistas, la conducta de los actores sugiere ciertos dejos de irrealidad y uno duda sobre la cordura de los huéspedes, anfitriones y del mensaje de toda la cinta en su conjunto. Las secuelas en el espectador son profundas y al finalizar deja recuerdos difícilmente olvidables porque hay algo que no concuerda y no es posible identificar precisamente qué es.

"Festen" tiene una estética sucia y turbia. Es rústica en su manufactura pero esa simplicidad es totalmente intencionada y sugiere un método diferente de arribar el guión.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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