18.9.07

The birth of a nation. (El nacimiento de una nación). 1915


David W. Griffith

Para poder apreciarla en su justa proporción y dimensión tendríamos que conocer a profundidad la filmografía de principios del siglo pasado. Es una tarea ardua y harto compleja a la que sólo los más puristas pueden aspirar. En lo personal, únicamente puedo opinar tomando como base mis limitados conocimientos.

La película debe ser lo más cercano a la primera superproducción de la época: armas, extras, artillería pesada, locaciones impactantes, efectos visuales. Los números son fríos y reflejan fielmente la realidad: “cinco mil escenas diferentes, 1357 tomas individuales, 18 mil actores y extras, tres mil caballos y siete meses de producción”. Maximiliano Maza. El presupuesto inicial era de 40 mil dólares, al final Griffith gastó 110 mil -2.2 millones a dólares de 2007-.

Técnicamente desarrolló métodos que permiten hacer el relato más vivo y dinámico, mezcla planos generales con particulares obteniendo así diferentes perspectivas de un mismo hecho. El esfuerzo necesario para coordinar tal cantidad de gente y recursos debió ser sobrehumano. Existe también innovación en la manera de narrar los hechos: la vida de los personajes es percibida alternada y paralelamente. En suma, la cinta revolucionó la manera en que los directores hacían cine: es pionera en la forma, modo y contenido cinematográfico, los cuales persistirían hasta nuestros días. Todo ello es digno de mérito y la historia del cine le ha reservado un lugar preponderante.


Ante todo cabe preguntarse una cuestión bastante sencilla pero trascendental: ¿Para qué se hace cine? Las respuestas son subjetivas e infinitas, pero la más acertada se refiere a que sirve simplemente para contar historias, como todo el arte que el hombre ha creado. Cada cineasta narra algo que para él es importante, que necesita dar a conocer; pero todo está influenciado por sus dogmas, creencias, perspectivas y visiones del mundo. La película que nos atañe ahora no es la excepción y lo más notorio es que está plagada de prejuicios raciales.

La historia se desarrolla en los años sesenta del siglo XIX, en medio del conflictivo clima estadounidense días antes de la Guerra de Secesión. Los once estados sureños (los confederados) habían proclamado su independencia ante el triunfo de Abraham Lincoln en la contienda presidencial. Él encontraría en la abolición de la esclavitud el incentivo perfecto para ganar adeptos y finiquitar la guerra lo antes posible. Sin ahondar tanto en el tema, los estados sureños eran más independientes y querían conservar su autonomía, además representaban el arcaísmo de otra época; el norte era industrial, desarrollado y abolicionista, el sur era rural y tradicional. Estas dos posturas antagónicas vieron su síntesis en la Guerra Civil, un resultado en definitiva natural.


La película narra la vida de una familia del sur (Cameron) y otra del norte (Stoneman), anteriormente cercanas y después separadas por la guerra. Es este cisma el que refleja Griffith, pero su juicio es parcial: él está convencido de que la llegada del hombre negro al continente americano es la causa de las desgracias y de la separación: “Si con esta obra conseguimos que se pongan de manifiesto los estragos de la guerra con el fin de aborrecerla nuestro esfuerzo no habrá sido en vano. Cuando el africano fue llevado a América, se sembró la primera semilla de desunión”.


Tal fue su furor contra los afroamericanos que entre la infinidad de actores o extras utilizados ninguno es genuinamente negro, sólo son blancos caracterizados. Por otro lado, no cesa de representarlos como seres viles, ladinos, ingratos y despreciables: algunos de ellos intentan violar a las mujeres en la casa Cameron y otros perseguirían a Flora hasta que cae al precipicio.

La visión de Griffith es, como en el caso de Miguel León Portilla, la visión de los vencidos. No deja de referirse a los políticos de la Unión y a la ruina que representó su debilidad. Defiende la postura de los estados individuales sobre el gobierno de la nación.

En general, la película puede ser dividida en dos partes. La primera se desarrolla antes y en el transcurso de la guerra y la segunda después de ella, en el periodo de Reconstrucción. Es en este apartado final cuando se observa el objetivo primordial de la cinta y éste es ensalzar el génesis del Ku Kux Klan (para el director es un ente redentor que protegería a la hermandad blanca). Como tal, la película está basada en el libro de Thomas Dixon “The Clansman” (“El hombre del clan”) cuyo argumento central es precisamente el mismo.

Dada la antigüedad y lo experimental del largometraje, está sujeta a cuestiones que escapan un poco a una concepción más contemporánea. Personalmente me costó un poco de trabajo seguir la trama porque el creador desea expresar tanto que acaba por henchir el ánimo del espectador. Pasan demasiadas situaciones trascendentales en muy poco tiempo, la triste consecuencias es que se tienen que pasar por alto diversos detalles bastante útiles. Tampoco son pocas las historias que corren paralelas y por ello el grado de complejidad aumenta. Por último, y como se mencionó unos párrafos arriba, hay un buen número de citas a libros de historia. El resultado final es un documento histórico tendencioso pero de gran valía, amén de su trascendental contribución al mundo del celuloide.

Me parece conveniente hacer a un lado el trasfondo ideológico de la cinta, que por supuesto es totalmente aborrecible, para quedarnos con los avances implementados en la producción, la organización, la narrativa y todo aquello que hizo a esta película la primigenia en muchos sentidos.

2 comentarios:

BUDOKAN dijo...

Qué buen blog sobre cine tienes. Esta obra maestra de Griffith es realmente el nacimiento del cine. Saludos!

aRkHAm AsyLUm dijo...

Efectivamente, es considerado "el filme", tal como lo conocemos ahora. Algunos consideran a Griffith el padre del cine. Por supuesto, es objeto de debate por la contreversial temática abordada.